Lorenzo Salazar Morales, conocido cariñosamente como «Lencho Salazar,» fue más que un músico; fue un símbolo del folclore costarricense y una figura querida por su habilidad única para capturar el espíritu del pueblo a través de la música. Nacido el 4 de diciembre de 1931 en San Roque de Naranjo, Alajuela, Lencho comenzó su viaje musical a una edad temprana, impulsado por la pasión inculcada por su madre. A lo largo de su vida, se convirtió en un defensor ferviente de la cultura popular de Costa Rica, dando vida a leyendas y tradiciones a través de sus canciones humorísticas y su talento como multiinstrumentista.
Este artículo se presenta como un homenaje a la memoria y trayectoria de este hombre excepcional, cuyo legado ha dejado una huella imborrable en la historia cultural de Costa Rica. Lencho Salazar no solo nos regaló su arte y su humor, sino que también se erigió como un guardián de nuestras tradiciones, uniendo generaciones con su música y su inquebrantable amor por la identidad costarricense. Hoy recordamos y celebramos su vida y obra, agradecidos por haber compartido su talento con el mundo y haber enriquecido con su arte a nuestro país.
Primeros Años
Lorenzo Salazar Morales, «Lencho Salazar,» nació en el seno de una familia humilde en San Roque de Naranjo, Alajuela, el 4 de diciembre de 1931. Desde una edad muy temprana, Lencho mostró una inclinación natural hacia la música, alentado por su madre, Elisa Morales Corrales, quien fue una figura crucial en su desarrollo artístico. A los cinco años, comenzó a tocar la guitarra, demostrando un talento innato que lo acompañaría a lo largo de su vida.
El entorno rural y las tradiciones de su comunidad influyeron profundamente en su formación como músico y compositor. Lencho se inspiró en las historias, leyendas y el folclore costarricense, que más tarde plasmaría en sus canciones. Esta temprana exposición a la cultura popular de Costa Rica forjó su estilo único, que combinaba humor y crítica social, siempre con un toque de autenticidad y amor por sus raíces.
Su pasión por la música lo llevó a unirse al Trío Costa Rica en 1953, marcando el inicio de una carrera que, aunque comenzó en su pequeño pueblo, pronto lo catapultaría a ser una figura clave del folclore musical de Costa Rica. Desde el principio, Lencho fue más que un músico: fue un cronista de su tiempo, un narrador de las historias cotidianas del pueblo costarricense, capturando su esencia y sus emociones a través de melodías y letras que resonaban con todos.
Esta etapa formativa de su vida no solo definió su estilo y su carrera, sino que también sentó las bases para su legado como uno de los exponentes más destacados de la canción típica humorística costarricense, una labor que continuó perfeccionando hasta sus últimos días.
Carrera Musical
Lencho Salazar inició oficialmente su carrera musical en 1953, cuando se unió a Paulino y Miguel Porras Hidalgo para formar el Trío Costa Rica en la ciudad de San Carlos. Este fue el primer gran paso en una trayectoria que lo llevaría a convertirse en una de las voces más importantes de la música folclórica costarricense. Desde el principio, Lencho demostró ser un músico talentoso y versátil, capaz de conectar con el público a través de su carisma, su habilidad para contar historias, y su profundo entendimiento del folclore nacional.
En 1957, Lencho se unió a Roberto Gutiérrez Vargas para continuar con el grupo Los Talolingas, reemplazando a Carlos López, el musicalizador de las poesías de Manuel Obando, conocidas por piezas tan emblemáticas como «El cadejos», «La llorona» y «Luna de miel». Durante este tiempo, Lencho también se destacó en la recopilación y difusión de la música tradicional de la Meseta Central, interpretando canciones como “Ahí viene el ángel”, “Palomita encantadora” y “La conchita”. Estas interpretaciones no solo capturaron la esencia del folclore costarricense, sino que también ayudaron a preservar y promover la cultura musical del país en una época en la que muchas tradiciones comenzaban a perderse.
A comienzos de la década de los setenta, Lencho asumió el rol de director de los bailes folclóricos del Instituto Costarricense de Turismo, junto a reconocidos artistas como José Córdoba y Antonio Meléndez. Esta posición le permitió proyectar su trabajo a nivel internacional, representando a Costa Rica como embajador cultural en países como Estados Unidos, Colombia, Ecuador y Panamá. A través de estas giras, Lencho no solo compartió la riqueza de la cultura costarricense con audiencias globales, sino que también fortaleció la identidad nacional y el orgullo por las tradiciones folclóricas de su país.
Lencho fue un artista prolífico, cuya obra abarcó desde la interpretación hasta la composición de piezas que recogían leyendas, historias y costumbres del pueblo costarricense. Con el paso de los años, se consolidó como la figura más prominente de la canción típica humorística de Costa Rica, un género que utilizó para reflexionar sobre la vida cotidiana, las preocupaciones y las alegrías de su gente, siempre con un toque de humor y cercanía que lo hicieron especialmente querido por el público. Su dedicación y amor por la música le valieron un lugar en la Galería de Cultura Popular Costarricense en 1996, un reconocimiento otorgado por el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes de Costa Rica.
Contribución al Folclore y Legado Artístico
Lorenzo «Lencho» Salazar dejó una huella profunda en la música folclórica de Costa Rica a través de su enfoque único en la canción típica humorística, un género que combinó la tradición oral costarricense con el ingenio y el humor popular. A lo largo de su carrera, Lencho se dedicó a recopilar y preservar las leyendas y tradiciones de su tierra natal, reinterpretándolas en forma de canciones que lograron capturar la esencia del alma costarricense. Estas composiciones, con su estilo humorístico y su uso del lenguaje coloquial, se convirtieron en una forma de resistencia cultural que ayudó a mantener vivas las costumbres del país en tiempos de cambio.
Su aporte fue reconocido oficialmente en 1996, cuando fue nombrado miembro de la Galería de Cultura Popular Costarricense por el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. Este honor, reservado para los exponentes más destacados de las tradiciones nacionales, consolidó su lugar como una de las figuras más importantes del folclore costarricense. Pero su reconocimiento no se limitó al ámbito nacional; su música lo llevó a ser designado como embajador cultural de Costa Rica en diversas ocasiones, representando al país en eventos internacionales en Estados Unidos, Colombia, Ecuador y Panamá.
A lo largo de su carrera, Lencho grabó una serie de álbumes que se convirtieron en referentes del folclore costarricense. Sus obras incluyen títulos como «¡Idiay….Lencho!», “¿Quiubo Lencho?”, “¡Adentro Lencho!”, y “Costa Rica mía”, entre otros. En estos trabajos, Lencho no solo mostró su habilidad como músico, sino también su destreza para manejar varios instrumentos, como la guitarra, la mandolina, el acordeón y el órgano. Cada uno de estos álbumes contribuyó a la conservación del patrimonio cultural de Costa Rica, permitiendo que las generaciones futuras tengan acceso a una parte esencial de su identidad cultural.
Además de su prolífica producción discográfica, Lencho recibió varios premios y reconocimientos a lo largo de su vida. En 2001, fue galardonado con el Premio «Reca» Mora de la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM), que destacó su dedicación incansable a la labor artística y su contribución invaluable a la música folclórica del país. Su legado sigue vivo en las memorias y los corazones de todos aquellos que disfrutan de su música, y su impacto en la cultura costarricense es incuestionable, ya que sus canciones continúan siendo interpretadas, escuchadas y celebradas en todo el país
Etapa Docente
Además de su trayectoria como músico y folclorista, Lencho Salazar también dejó una marca significativa en el campo de la educación musical en Costa Rica. A mediados de la década de los sesenta, durante la administración del ministro de Educación Guillermo Malavassi (1966-1970), Lencho se tituló como profesor de música, iniciando así su carrera docente. Su primer puesto fue en el Conservatorio de Castella, una institución reconocida por su enfoque en la formación artística de jóvenes talentos costarricenses. Aquí, Lencho compartió su pasión y conocimiento con las nuevas generaciones, inspirándolas a explorar y preservar el folclore musical del país.
Tras la jubilación del renombrado violinista José Aurelio Castillo Jiménez en 1999, Lencho asumió su puesto en la Escuela Normal Superior de Heredia, bajo la dirección de Francisco Quesada. En este rol, continuó su labor educativa, influenciando a muchos estudiantes con su enfoque práctico y su amor por la música tradicional costarricense. Durante este tiempo, Lencho no solo se dedicó a enseñar, sino también a integrar la música folclórica en el currículo educativo, ayudando a que los jóvenes desarrollaran un aprecio por su herencia cultural desde una edad temprana.
Finalmente, Lencho se jubiló como profesor en la Universidad Nacional de Costa Rica, Campus Omar Dengo en Heredia, y en el Conservatorio de Castella. Su carrera como docente fue tan fructífera como su labor artística, dejando un legado que trascendió su música y se extendió a la formación de nuevos músicos y artistas. La combinación de su trabajo como educador y músico le permitió no solo promover el folclore costarricense, sino también asegurar que este continuara siendo valorado y apreciado por futuras generaciones. Su compromiso con la educación fue un reflejo de su deseo de mantener viva la cultura popular de Costa Rica y de asegurar que su amor por la música se transmitiera a quienes venían después de él.
Últimos Años y Fallecimiento
En los últimos años de su vida, Lorenzo «Lencho» Salazar experimentó un deterioro en su salud debido a su avanzada edad. Durante la última década, sufrió de varias complicaciones de salud, que incluyeron microinfartos cerebrales y problemas de presión arterial, lo que lo obligó a reducir significativamente su actividad artística. A pesar de estos desafíos, Lencho continuó siendo una figura querida y respetada dentro de la comunidad costarricense, con un legado que seguía creciendo incluso cuando su salud se deterioraba.
El 28 de agosto de 2024, Lencho Salazar falleció a la edad de 92 años en su hogar en Naranjo, Alajuela, rodeado de su familia. La noticia de su muerte fue confirmada por su hijo, José Manuel Salazar, quien compartió la pérdida de su padre con una mezcla de tristeza y gratitud por la vida dedicada al arte y a la cultura popular costarricense. Según su familia, Lencho murió pacíficamente mientras dormía, después de haber pasado los últimos años en cuidados paliativos debido a su frágil estado de salud.
La partida de Lencho provocó una ola de mensajes de condolencia y apoyo de diversas personalidades y del público en general. Su legado como músico, folclorista y educador fue ampliamente reconocido, y muchos costarricenses expresaron su agradecimiento por su contribución al patrimonio cultural del país. Aunque su presencia física ya no esté, su espíritu perdura en las innumerables canciones que creó y en los corazones de quienes fueron tocados por su música y su mensaje de amor por la cultura costarricense.
Los homenajes póstumos no se hicieron esperar; amigos, familiares, colegas y seguidores de su trabajo se reunieron para celebrar su vida en una misa especial en la iglesia católica de San Roque de Naranjo, la comunidad que lo vio nacer y donde él deseaba ser enterrado. Su legado continúa vivo, recordándonos la importancia de nuestras raíces culturales y el poder de la música para unir a la gente a través del tiempo y el espacio.
Lorenzo «Lencho» Salazar fue, sin duda, una figura fundamental en la historia de la música folclórica costarricense. Su habilidad para capturar las leyendas, historias y el humor del pueblo a través de sus canciones típicas humorísticas lo estableció como un ícono cultural. A lo largo de su vida, Lencho no solo enriqueció la cultura musical del país con su talento como músico y compositor, sino que también desempeñó un papel vital como educador, transmitiendo su pasión por el folclore costarricense a nuevas generaciones.
Lencho Salazar vivió con una devoción inquebrantable hacia su arte y su país, uniendo a la gente a través de su música y preservando la esencia de las tradiciones costarricenses en cada nota y en cada canción. Su legado es un testimonio del poder de la música para mantener vivas las raíces culturales y fortalecer la identidad de un pueblo. Hoy, a través de sus innumerables composiciones y del cariño que cosechó en vida, su memoria sigue viva, inspirando a músicos, educadores y amantes de la cultura a valorar y proteger el patrimonio folclórico de Costa Rica.
Este artículo celebra la vida y obra de Lencho Salazar, un hombre cuya dedicación al arte y la cultura trascendió fronteras, dejando una marca indeleble en la historia de Costa Rica. Que su ejemplo de pasión, creatividad y amor por lo nuestro continúe iluminando el camino de aquellos que buscan, como él, expresar la belleza y autenticidad del alma costarricense.