Desde 2023, es posible observar una de las esferas de Diquís más raras de Costa Rica. Ubicada en el Museo Nacional en San José, “Naí” es una de las únicas esferas precolombinas que posee un grabado visible. Y detrás de la figura del tapir inscrita en la piedra se esconde un verdadero legado de la cultura indígena costarricense.
Un misterio revelado: el descubrimiento de Naí.
Originalmente, esta esfera precolombina se encontraba en la propiedad de una familia en el sur del país. Fue gracias a diversas campañas de sensibilización por parte del Museo Nacional que los propietarios originales de “Naí” decidieron donar la esfera al museo. Permaneció en las colecciones hasta junio de 2023. Wendy Segura, encargada de prensa del Museo Nacional, nos cuenta: “Un día, una colega se detuvo a observarla y se dio cuenta de que había algo en la esfera. Entonces llamó a la directora, quien es investigadora arqueóloga especializada en las esferas precolombinas. Lograron ver lo que estaba grabado allí, así que sacaron la esfera al jardín para que todos pudieran verla.”
Expuesta en el jardín del museo desde el 23 de junio de 2023, la esfera “Naí” forma parte de la celebración de los nueve años de la inscripción de los sitios precolombinos como Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Una danta esculpida en piedra.
Grabado en una esfera de piedra de 1,2 metros de diámetro, la danta es más o menos visible según la posición del sol, y es aún más visible cuando llueve. Si se le presta suficiente atención, es posible distinguir los diferentes detalles del animal: su gran hocico, un ojo almendrado, su lomo curvado, una cola corta, así como varias patas con cinco dedos.
Hasta la fecha, la esfera Naí es única en el mundo en cuanto a que es la única piedra perfectamente esférica con una figura zoomorfa grabada en alto relieve. Por lo tanto, es una pieza central del Museo Nacional que no se puede perder.
El significado cultural de la danta en la cultura indígena.
En lengua Bribri y Cabécar, comunidades indígenas de Costa Rica, Naí significa “danta”. Pero entonces, ¿por qué grabar una danta en la piedra? En realidad, este grabado no carece de sentido: en la tradición Bribri, la danta es la hermana del dios Sibö, considerado el creador del mundo. También llamada Namaitamí, es una deidad símbolo de sabiduría y fertilidad, ligada a la Tierra misma.
En efecto, según los relatos antiguos, Namaitamí sería la madre de Irìria, también la Tierra viva. Está por tanto intrínsecamente ligada al nacimiento del mundo, al crecimiento de las plantas, al agua que fluye… Naí es una encarnación del equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza. La esfera es así la memoria de una relación sagrada entre los indígenas y la tierra, así como una transmisión intergeneracional de saberes y valores.
La danta: espíritu del bosque.
Además de su importancia mitológica, la danta también es altamente valorada por las comunidades indígenas por su valor ecológico en los bosques tropicales de América Central. También conocido como “jardinero del bosque”, el tapir mantiene la biodiversidad y el equilibrio ecológico de su hábitat. Entre otras cosas, dispersa semillas a grandes distancias, crea claros al romper la vegetación densa y fertiliza naturalmente la tierra con sus excrementos.
De hecho, la danta es una metáfora viviente de la conexión entre la naturaleza y la espiritualidad indígena. Su progresiva desaparición de los bosques actuales refleja la pérdida de estos saberes ancestrales: la esfera Naí es una perfecta representación de la importancia de la conservación, tanto de la naturaleza como de la cultura. Nos recuerda que proteger el patrimonio es también proteger lo vivo.
Naí hoy: una voz del pasado para el presente.
Desde su aparición pública en 2023, Naí es el símbolo de una nueva etapa en el diálogo entre el patrimonio ancestral y nuestra sociedad contemporánea. Al decidir exponerla en el jardín del Museo Nacional, los científicos optaron por devolverle una voz: la de los pueblos que la moldearon y de las creencias que simboliza.
De hecho, la esfera de Naí es más que un descubrimiento arqueológico: se impone como un puente entre el pasado y el presente, entre la espiritualidad indígena y los desafíos de la conservación moderna. Despierta conciencias sobre la riqueza de las culturas autóctonas y su profunda conexión con la naturaleza. A través de ella, redescubrimos una visión del mundo en la que la naturaleza es sagrada, animada y protectora.
Naí también nos permite preguntarnos: ¿cuántas otras piedras esperan que les demos una voz? ¿Cuántas historias esperan aún ser contadas?
Conclusión.
Naí, esta esfera perfecta de relieve discreto, nos invita a prestar una mirada más atenta a lo que nos rodea, a ver más allá de la superficie. Redescubierta gracias a un rayo de sol y a la mirada curiosa de una conservadora, ilustra el poder de las pequeñas revelaciones. Nos recuerda que la cultura, cuando se comparte, cobra vida. Hoy, sigue velando en los jardines del Museo Nacional, revelando su historia a quien quiera verla.