No conozco su nombre, y realmente no sé si quisiera hacerlo, en toda honestidad tampoco conozco su historia, sin embargo hasta la fecha esta es una de las fotos más importantes que siento haber tomado.
Una viejita que por años hizo de una de las puertas del mercado central su esquina de venta lotería, quizás llegó ahí antes que muchos otros vendedores, se supo enquistar en una zona de altísimo tránsito y de ventas seguras. Imagino su ritual de todos los días… Levantarse, llegar temprano, llegar primero, hacer mía la esquina vender lotería y repetir mañana.
Hasta que de repente ya no tenía que llegar temprano, esa puerta a fuerza del ritual de todos los días se volvió su derecho, su espacio su patrimonio. ¿Cuántos premios habrá vendido? ¿Cuántas «salvadas habrá pegado? Y sin embargo su suerte no cambió. ¿Y para que se vende lotería, para seguir vendiendo o para dejar de hacerlo algún día? Hasta que se hizo parte del mercado.
Y es que ya bastante es ver a una viejita ya doblada por los años aun teniendo que vender, para también verla retratada en su puerta. Y es que entiendo el retrato como un homenaje a su permanencia en ese espacio, pero no puedo evitar pensar en los reyes griegos castigados por los dioses, Tántalo, Sisifo e Ixión. Pintada en la puerta del mercado incluso cuándo ya no esté seguirá estando…
Quizás estoy leyendo mucho sobre una foto, es por mucho más lo que ignoro sobre ella que lo que sé… Es solo la impresión de no acabar y que a veces el olvido también es descanso…
… la última vez que pasé por el mercado, su retrato ya no estaba, ni tampoco ella.