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I. Introducción: El Silencio del Estadio y el Eco en la Billetera
El silencio que inundó el Estadio Nacional tras el empate 0-0 contra Honduras no solo marcó el fin de una aspiración deportiva; fue el sonido de una caja registradora cerrándose de golpe para todo un país. Atrás quedaron las caravanas de euforia de Brasil 2014 o la tensión esperanzadora de Rusia 2018. Hoy, Costa Rica despierta ante una realidad gris: el Mundial de 2026, el primero en nuestra propia región (Norteamérica), se verá por televisión.
Pero la tragedia trasciende el césped. La eliminación de la Selección Nacional representa un desastre financiero cuantificable que golpeará desde la economía informal hasta los balances de grandes corporaciones. Según proyecciones basadas en estudios del Centro Internacional de Política Económica (CINPE-UNA) y datos históricos de cámaras de comercio, Costa Rica dejará de percibir entre $85 y $120 millones de dólares (aproximadamente 62.000 millones de colones) debido a este fracaso.
Mientras en Ciudad de Panamá y Puerto Príncipe (Haití) celebran la clasificación asegurando una inyección millonaria de divisas y una explosión de consumo interno, Costa Rica se prepara para un «junio negro» en 2026. El país no solo perdió un boleto deportivo; perdió uno de sus motores de dinamización económica más potentes, justo en un momento donde la reactivación era necesaria.

II. El Impacto Macroeconómico: Desaceleración del «Efecto Mundial»
Para entender la magnitud del golpe, hay que comprender que el fútbol en Costa Rica no es un juego, es una industria con un alto efecto multiplicador. Economistas estiman que por cada dólar que invierte o genera el ecosistema del fútbol (Federación, clubes, patrocinios), se mueven entre $3 y $4 en la economía real a través de servicios, transporte, alimentación y comercio.
Al no clasificar, ese motor se apaga en tres frentes críticos:
1. La Inyección Directa de la FIFA (Divisas Frescas) El primer impacto es inmediato y golpea las arcas de la Federación Costarricense de Fútbol (FEDEFUTBOL), pero rebota en todo el sector turístico y de servicios. Solo por participar en la fase de grupos, la FIFA otorga un premio cercano a los $9 millones de dólares, sumado a otros $1.5 – $2 millones para gastos de preparación y logística. Este dinero, que usualmente se utiliza para pagar premios a jugadores (que luego consumen e invierten en el país), mejoras de infraestructura y logística de viajes (beneficiando a agencias locales), simplemente no ingresará. Es capital fresco del extranjero que desaparece del flujo circular de la renta nacional.
2. El «Lucro Cesante» del PIB Históricamente, los años en los que Costa Rica asiste a un Mundial muestran un comportamiento atípico y positivo en el Producto Interno Bruto (PIB) durante el segundo y tercer trimestre. El consumo de los hogares se dispara, la confianza del consumidor aumenta y el crédito se mueve. Sin la presencia de la «Sele», el 2026 perderá ese pico estacional. No habrá «bono mundialista». La economía mantendrá su ritmo inercial, perdiendo el estímulo artificial que provoca la fiebre del fútbol, lo que se traduce en una desaceleración técnica en sectores que contaban con esos ingresos para cumplir sus metas anuales.
3. Desvío de Inversión Extranjera Indirecta Mientras Panamá y Haití estarán en la vitrina global recibiendo atención mediática y turística, Costa Rica desaparece del radar durante el mes más mediático del planeta. El valor de la «Marca País» pierde exposición gratuita valorada en millones de dólares, afectando intangibles que suelen traducirse en interés turístico e inversión a mediano plazo.

III. Comercio y Retail: La «Navidad de Junio» Cancelada
Para el sector comercial costarricense, el Mundial no es un evento deportivo; es una segunda Navidad. En años de clasificación, los meses de mayo, junio y julio representan el pico de ventas más alto del primer semestre. Sin embargo, con la eliminación, los comerciantes se enfrentan a bodegas llenas y pasillos vacíos.
1. El apagón de las pantallas El golpe más duro lo recibe la industria de la tecnología y electrodomésticos. Históricamente, la venta de televisores y pantallas planas crece entre un 30% y un 40% en las semanas previas a un Mundial con participación tica. El aficionado promedio utiliza el torneo como la excusa perfecta para actualizar su tecnología. Sin la motivación de ver a la «Sele» en alta definición, ese recambio tecnológico se pospone. Las grandes cadenas de electrodomésticos, que suelen planificar sus inventarios con un año de antelación apostando a la clasificación, ahora deberán recurrir a ofertas agresivas y liquidaciones para mover un stock que no tendrá la demanda natural esperada.
2. La Marea Roja se queda en bodega El mercado de indumentaria deportiva sufre una parálisis inmediata. La camiseta oficial de la Selección, con un precio que ronda los $90 – $100 dólares, pasa de ser un objeto de deseo a un artículo de liquidación. No solo pierde la marca patrocinadora (Adidas); pierden las tiendas departamentales, los vendedores de artículos promocionales (banderas, cornetas, bufandas) y hasta el mercado informal. Se estima que la venta de mercadería alusiva a la selección puede caer hasta un 80% en comparación con los ciclos de 2014 o 2018. La «fiebre mundialista» que tiñe las calles de rojo simplemente no existirá.
3. El carrito del súper más liviano Las cadenas de supermercados también resentirán el golpe. El fútbol es un catalizador de reuniones sociales. Sin partidos de Costa Rica, se cancelan las «carnes asadas», las reuniones familiares y las fiestas de oficina para ver los juegos. Esto se traduce en una caída significativa en la rotación de categorías clave como carnes, snacks, bebidas gaseosas y cervezas, cuyo consumo se dispara exponencialmente cuando juega el equipo patrio.
IV. Gastronomía y Entretenimiento: Mesas Vacías
Si el comercio pierde ventas de bienes, el sector gastronómico pierde la venta de «experiencias». La Cámara Costarricense de Restaurantes y Afines (CACORE) ha señalado en ciclos anteriores que un partido de la Selección puede aumentar la facturación diaria de un local hasta en un 200% dependiendo de la hora del juego. Ese ingreso extraordinario se ha esfumado.
1. El «Día de Partido» que no llegará La psicología del consumo cambia drásticamente. Un partido de Costa Rica en un Mundial paraliza al país y llena bares, restaurantes y centros comerciales desde horas antes del pitazo inicial. Por el contrario, un partido «neutral» (ej. Francia vs. Dinamarca) atrae solo a los nichos más futboleros, pero no moviliza a la masa. El aficionado casual, que es el que genera el volumen de consumo masivo, se quedará en casa o en su oficina. Los restaurantes perderán los desayunos ejecutivos y almuerzos alargados que son típicos de la temporada mundialista.
2. Sin celebración, no hay consumo El factor emocional es clave en la economía del entretenimiento. La victoria o el buen desempeño (como en 2014) genera una euforia colectiva que abre las billeteras. El «tercer tiempo» —la celebración post-partido— es una fuente de ingresos vital para bares y discotecas. Al estar eliminados, el ambiente nacional será de apatía o frustración, estados de ánimo que contraen el gasto en ocio.
3. El golpe al Delivery Las plataformas de entrega a domicilio (Uber Eats, PedidosYa, etc.) también verán modificadas sus proyecciones. Durante los partidos de la Selección, los picos de demanda de comida rápida (pizza, alitas, hamburguesas) suelen romper récords. Sin la tensión y la emoción de ver jugar al país, el comportamiento de pedir comida a domicilio volverá a sus niveles estándar, perdiendo el impulso extra que otorga el evento.
Aquí tienes las secciones V y VI, que analizan el impacto en la industria mediática y la proyección internacional del país.
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V. Publicidad, Medios y Marketing: Sin Vehículo Emocional
Si el comercio sufre por falta de ventas, la industria de la comunicación sufre por falta de audiencia. El Mundial es, indiscutiblemente, el evento televisivo más importante del cuatrienio, y la presencia de la Selección Nacional es el «vehículo emocional» que las marcas utilizan para conectar con el consumidor. Sin ese vehículo, la maquinaria publicitaria se frena.
1. La Devaluación del «Prime Time» Los medios de comunicación con derechos de transmisión (televisión abierta y radio) enfrentan un escenario complejo. Aunque el Mundial sigue siendo un evento atractivo, las tarifas publicitarias que se pueden cobrar por un partido de Costa Rica son exponencialmente más altas que las de cualquier otro encuentro. Sin la Sele, los «spots» de 30 segundos en los partidos estelares pierden su valor premium. Las agencias de medios renegocian a la baja, y la torta publicitaria se contrae. Se estima que las televisoras dejarán de facturar millones de dólares en pauta que estaba reservada exclusivamente para los bloques donde jugaba la Tricolor.
2. Patrocinadores en la encrucijada Las marcas que invirtieron sumas millonarias para ser patrocinadores oficiales de la FEDEFUTBOL (bancos, telefónicas, cerveceras) se quedan con un activo «tóxico». El retorno de inversión (ROI) de estampar el logo en la camiseta o en las vallas de entrenamiento depende de la exposición masiva que da el Mundial. Ahora, esas marcas deben decidir si cancelan campañas ya producidas o si las lanzan ante un público apático, arriesgándose a ser ignoradas o, peor aún, a recibir el rechazo de una afición molesta con el equipo. La narrativa de «Orgullo Nacional» y «Pura Vida» que suele dominar la publicidad en estas fechas queda vacía de contenido.
3. El Silencio Digital En la era de las redes sociales, la conversación digital (trending topics) durante los partidos de la Sele es un activo monetizable. Sin Costa Rica en la cancha, el tráfico en sitios web de noticias deportivas y la interacción en redes sociales disminuirá drásticamente, afectando los ingresos por publicidad programática y campañas digitales de los medios locales.
VI. Turismo y Marca País: La Vitrina Rota
Quizás el daño más difícil de cuantificar, pero el más costoso a largo plazo, es la pérdida de posicionamiento global. El fútbol es la campaña de relaciones públicas más barata y efectiva del mundo. En Brasil 2014, la marca «Costa Rica» obtuvo una exposición mediática valorada en cientos de millones de dólares que ningún presupuesto del ICT (Instituto Costarricense de Turismo) podría igualar.
1. La Oportunidad de Oro en Norteamérica La eliminación duele el doble por la geografía. El Mundial 2026 se juega en Estados Unidos, México y Canadá; es decir, en el principal mercado emisor de turistas hacia Costa Rica. Teníamos la oportunidad histórica de realizar activaciones de marca («stands» turísticos, campañas de visitación) directamente en las ciudades sede, aprovechando la cercanía. Costa Rica podía venderse como el destino ideal para el «post-mundial» de los turistas que ya estaban en la región. Al no clasificar, esa ventana de oportunidad estratégica se cierra, cediendo el espacio a países como Panamá, que sí podrán promocionar sus playas y canales ante la audiencia norteamericana in situ.
2. El «Efecto Google» desaparecido Durante las semanas que dura la participación de un país en el Mundial, las búsquedas globales en Google sobre ese país se disparan. Gente en Asia, Europa y Medio Oriente busca «¿Dónde queda Costa Rica?», «¿Qué hacer en Costa Rica?». Esta curiosidad digital es la semilla del turismo futuro. Al estar ausentes, el algoritmo nos olvida. Los millones de ojos estarán puestos en los clasificados, mientras Costa Rica pierde relevancia en el mapa mental del viajero internacional, reduciendo el potencial de atracción de nuevos nichos de mercado.
3. Inversión Extranjera Indirecta El éxito deportivo proyecta una imagen de éxito nacional, organización y talento (el famoso «soft power»). La eliminación, sumada a una imagen de crisis, no ayuda a proyectar la solidez que los inversionistas extranjeros buscan. Aunque la relación no es directa, la moral nacional y la proyección internacional influyen en el clima de negocios.
Aquí tienes la parte final del artículo, cerrando la investigación con el impacto en la estructura interna del fútbol y la conclusión general.
VII. La Crisis Interna del Fútbol: El Efecto Boomerang
El último eslabón de esta cadena de pérdidas es, paradójicamente, el mismo que originó la crisis: la estructura del fútbol nacional. La eliminación no solo significa menos dinero para la economía del país, sino un recorte brutal en el presupuesto de supervivencia de la propia FEDEFUTBOL y los clubes de Primera División.
1. Tijera al Desarrollo La Federación Costarricense de Fútbol opera en gran medida gracias a los ciclos mundialistas. Sin el premio gordo de la clasificación, el presupuesto para el periodo 2026-2030 sufrirá un déficit severo. Los primeros afectados serán los programas que no generan ingresos inmediatos: las ligas menores (U-15, U-17, U-20), el fútbol femenino, el fútbol playa y el futsal. Estos sectores verán reducidos sus fogueos, viáticos y cuerpos técnicos, comprometiendo no solo el presente, sino la formación de la próxima generación de futbolistas, creando un círculo vicioso de bajo rendimiento.
2. Devaluación del Talento Nacional El Mundial es la vitrina de transferencias más grande del planeta. Jugadores como Keylor Navas, Joel Campbell o Yeltsin Tejeda construyeron sus carreras internacionales (y trajeron divisas al país) gracias a sus actuaciones en Copas del Mundo. Sin esa exposición en 2026, el valor de mercado de la ficha del futbolista tico se estanca. Los clubes nacionales (Saprissa, Alajuelense, Herediano, etc.) pierden la oportunidad de vender jugadores a precios «premium» a ligas europeas o de la MLS. Un jugador que no va al mundial vale menos, y por ende, ingresa menos dinero a los clubes formadores por derechos de solidaridad y traspasos.
3. Crisis en los Clubes Muchos equipos de la liga local presupuestan sus temporadas contando con el dinero que la Federación reparte tras recibir los premios de la FIFA. Sin ese «cheque de la solidaridad», los clubes pequeños con finanzas frágiles podrían enfrentar problemas de liquidez, atrasos salariales e incluso riesgo de quiebra.
VIII. Conclusión: Reconstruir sobre las Ruinas
El pitazo final ante Honduras no solo marcó el cierre de un partido; marcó el inicio de una recesión sectorial. La factura de esta eliminación ya está impresa y es impagable: cerca de $100 millones de dólares que se esfuman de la economía costarricense, miles de empleos temporales que no se crearán y una marca país que perderá brillo en el escenario global.
La lección es dura pero necesaria: el fútbol moderno es una industria de alto rendimiento. Cuando la gerencia deportiva falla, cuando la planificación es cortoplacista y cuando el talento no se renueva, las consecuencias desbordan el ámbito deportivo y golpean la billetera de todos.
Para el vendedor de camisetas en la Avenida Central, para el dueño del bar en San Pedro y para el gerente de marketing de una multinacional, el 2026 será un año de «vacas flacas». Costa Rica deberá mirar el Mundial de Norteamérica por televisión, consciente de que el costo de la mediocridad deportiva, al final del día, se paga en efectivo.
El camino al 2030 empieza hoy, pero el hueco fiscal y emocional que deja el 2026 tardará años en llenarse.






