El fútbol, ese deporte que tantas glorias nos ha dado, anoche nos sirvió la dosis más amarga de realidad. No fue una pesadilla; fue la crónica de un ridículo anunciado. La jornada del jueves 13 de noviembre de 2025 quedará marcada en la historia negra del fútbol costarricense como la noche en que el «bagaje mundialista» se hizo trizas contra la necesidad y el orden de Haití.
Mientras tanto, a unos cientos de kilómetros, Nicaragua, una selección históricamente acostumbrada a mirar desde abajo, le dio una lección de fútbol y autoridad a Honduras.
La noche en CONCACAF fue un espejo de dos realidades: la del que quiere crecer y lo demuestra (Nicaragua), y la del que vive de glorias pasadas y ya no le alcanza (Costa Rica).
El Desastre de Willemstad: Costa Rica 0, Haití 1
El partido, jugado en el exilio de Curazao, fue un reflejo de la selección que tenemos: un equipo apático, sin ideas, y peligrosamente arrogante. Porque sí, hay que llamarlo arrogancia. Salir a la cancha contra Haití pensando que la camiseta de Brasil 2014 o la clasificación a Catar 2022 ganan partidos sola, es el primer síntoma de la enfermedad.
Y Haití nos cobró la factura.
No nos equivoquemos, esto no es una «derrota sorpresiva». Esto es la consecuencia lógica de un proceso que no cuaja, de una falta de recambio generacional y, sobre todo, de una alarmante falta de hambre. Ver a Costa Rica, una selección que tuteó a potencias europeas, incapaz de generar una sola idea clara de juego ante un equipo haitiano ordenado pero limitado, es para llorar.
El 1-0 en contra es casi anecdótico. Lo verdaderamente trágico es la imagen que se proyecta. La de un equipo quebrado, sin alma, que camina por la cancha esperando un milagro que nunca llega. Ese «bagaje mundialista» del que tanto presumimos, anoche fue una lápida pesadísima. Fue una vergüenza.
La derrota no solo nos cuesta tres puntos vitales; nos cuesta la credibilidad y pone la clasificación al Mundial 2026 en terapia intensiva.
La Lección de Managua: Nicaragua 2, Honduras 0
Para hacer la herida más profunda, mientras «La Sele» hacía el ridículo, la selección de Nicaragua jugaba el partido de su vida en Managua. Y lo ganaba. Y lo ganaba bien.
Con un 2-0 contundente, los nicaragüenses no solo vencieron a Honduras (otro «grande» de la zona, también con historia mundialista), sino que lo hicieron con autoridad, con fútbol y con un hambre que ya quisiéramos ver en nuestra selección.
Lo de Nicaragua no fue suerte; fue trabajo. Fue un proyecto que, calladamente, ha ido creciendo y que anoche demostró que en el fútbol actual, la historia no vale nada si no se acompaña de presente. Los «Pinoleros» le enseñaron a Costa Rica y a Honduras cómo se debe jugar una eliminatoria: con el cuchillo entre los dientes y respetando la pelota.
El Gigante se Durmió
La jornada de ayer es un golpe de realidad durísimo. Nos deja con una derrota humillante y con la penosa comparación de ver cómo nuestros vecinos del norte sí hacen la tarea.
La caída ante Haití es el fondo. Es la señal inequívoca de que el modelo se agotó. Ya no somos el gigante de CONCACAF; somos un recuerdo que se pasea por las canchas de la región dando lástima.
Ojalá esta vergüenza sirva de algo. Ojalá sirva para una limpia profunda, para dejar de vivir del pasado y entender que, hoy por hoy, estamos al nivel de Haití. O peor, porque anoche, Haití fue mejor.






