El Parque Metropolitano la Sabana es uno de los principales pulmones verdes de la ciudad capital. 72 hectáreas de árboles, espacios para hacer deporte, un lago y el Estadio Nacional regalando del gobierno Chino a Costa Rica tras el establecimiento de relaciones diplomáticas, es un lugar agradable.
Un oasis de naturaleza en medio del caos de la ciudad. Desde 2009 corría un plan para cambiar los árboles predominantes en su mayoría no autóctonos del país por árboles Costarricenses y de la zona el Istmo centroamericano en general. En 2019 se culminó el proyecto de plantar 5000 nuevos árboles entre ellos: Guaiacum sanctum (Guayacan real) y Cedrela salvadorensis (Cedro bateo) -dos especies en vías de extinción-, Dalbergia retusa (Cocobolo), Tecoma stans (Vainillo), Simarouba glauca (Aceituno), Astronium graveolens (Ron ron), Senna hayesiana (Abejoncillo), Plumeria rubra (Flor blanca), Pentaclethra macroloba (Gavilán), Posoqueria latifolia (Guayaba de mono), entre otras.
Un día que caminaba por la Sabana, fui testigo de la caída de uno de esos gigantes. Sacrificado para dar paso a los nativos de la zona y ofrecer un mejor ecosistema para la fauna del lugar.